Somos reflejos de antiguos actos,
aquí hoy se evidencia el pensar,
que ilustrativo, de buen seguro,
ya en pasados tiempos fue pensado.
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Cincuenta velas rindan tributo
a despiertos muertos que yacen,
sin olvidarse de estar presentes.
Ellos no marcharon,
los siento cercanos,
maniobran con cuerpo,
accionan palancas.
Dándonos pie y la mano persisten
en la vida ¡golpean potentes!
con la tensión de nuestros respiros.
Refuerzan las cuerdas,
encienden motores,
y al vocabulario
y la arquitectura,
le asientan maneras
y formas provistas
de fundamentos un tanto rudos,
pero que listos pueden pautar;
la edad de inventos,
nuevos principios.
Cincuenta velas concedan luz,
al diestro pensamiento que ideó,
o aquel innato instinto que volcó
proyectos que ahora son regalo.
La pulida piedra,
la rueda y el carro.
Desde las arrugas de la cueva;
agua en la piscina,
lujo en un palacio.
Cincuenta velas dieran las gracias;
a músculo y cerebro; al esfuerzo
que se nos brinda para el disfrute
y conversa desde antes con otros.
Cincuenta velas sean humildes;
cuando el soplo las deje sin fuego.
Cincuenta velas; hablen, recuerden,
el fruto habilidoso venido
por el ingenioso imaginario,
del primitivo y elocuente hombre,
que pisó como ancestro este suelo,
y prendiéndolo de útiles huellas,
sigue viviendo aunque él muriera.
318-omu G.S. (Bcn-2012)