bernardo cortes vicencio

MI NIÑA

Estremecido temblor de agua, encuentro en la cosquillosa playa de tu risa.

Ternura de viento, azúcar de  savia que deja el tronco-aguamiel de la primavera en alborozo.

Mi niña.

Eres  velo húmedo al tapiz de tus emociones; mundo que flota al acento de tu latido con la primer vocal que viene hirviendo acurrucada al renglón de tus sílabas y que pronuncias al perfume de  burbujeante frazada.

Me regalaste un espejo de papel cuadriculado en agosto  venidero y un día de cualquier día un arco de sol luminoso en ocho pilares amaneció sonrosado en tu frente, meciéndose al rubor del viento jilguero, ondulando en tu diadema de mimoso tisú.

Me envolviste en tu manta de letra bordada en arcoíris, golosina de rojo plumón en  caramelo y travieso borrón en la pared, donde zigzagueaste  el campaneo de mí

enamorado corazón.

Mi niña.

Eres rumor de lluvia, danzarina arrobada en cristal diáfano con trenzas de vano océano de chocolate.

Soy  ruiseñor cuando navego en tus ojos.

Escondido: te veo murmurar en absorta  holgaría con aquel jardín donde soplan misteriosas  libélulas coruscantes o  aquellas mariposas de arena hechas de  campestre charca, embarradas de merengue-lodo.

Ángel bordejando madrigales en un diario huerto en rosas.

Ya la aspereza de la luna hilvana mis sienes  y tú me iluminas como un  dulce  rayito revoltoso,  bombón de agridulce terneza y dientes de goma-leche; cuando te llamo por tu nombre y te abrochas dulzón  aleteando entre mis brazos.

 

Bernardo Cortés Vicencio

Papantla, Ver; México