Cada mañana al despertar,
escucho de tus labios un “te amo”,
que me hace desvariar,
me hace escribir mis versos…
Para ti; mi musa del desierto,
la que calma, mi sed de besos,
de caricias, ¡mujer te quiero!.
Te llevo en mis adentros,
cual llovizna calida, que moja
mi cuerpo, cual soplo divino,
extraído de tu aliento.
Inspiración eres, de negros días
halo de luz, para mi poesía.
Bella y adorada musa ansió
regalarte en un suspiro…
El alma, el corazón, el cielo
y estos versos sinceros,
entonados; por alegres jilgueros
y sinfonía de ángeles.