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Una flor que emerge del fango
en un barrio marginal:
pies descalzos,
ayunos,
coladas de café al mediodía,
misterios nocturnos,
laguna desbordada,
peces,
ahogados,
suicidas
abortos espontáneos,
escándalos filiales,
miseria materiales,
y ausencia de santuarios,
de mentiras
hipocresía
vanidades,
orgullo,
y traición.
Pero Jesús cuidaba
a los niños
y a la loca que corría
detrás de mocetones
para subir a sus espaldas
y estamparle un beso
en las mejillas
con aquellos labios
que se pegaban a la piel
de su muñeca
después de la epilepsia.
Cuando el trasplante,
en primavera,
allí quedaron las raíces,
brotaron raíces nuevas,
ramas
flores
frutos
y perfume,
mas no era su jardín.
Anduvo:
risa,
luz,
llanto,
anhelo,
espera,
dolor,
más…
El olor del fango,
del café,
de los besos de la loca,
de las flores silvestres
le acompañan en la almohada,
en el aseo matutino,
en el sol del mediodía,
en las noches de sus noches.
No hay enigmas,
sólo aristas y matices,
Ella es
lo que tú ves.