Me duelen los ojos cansados de ver
tus manos rompiendo
los espejos de mi alma.
¡Cómo duelen los cristales
clavados en mi piel!
¡Cómo duele la sangre
derramada entre mis sábanas!
Y es que me duelen los ojos
donde no para de llover.
Donde cae esa agonía
que recorre hasta mis palabras.
¡Cómo puedo liberarme
del dolor de una vez!
¡Cómo puede importarme
que te mezcles con mis lágrimas!