(Para Ángeles que en sus silencios hilvana las suyas…)
Es en el silencio que encuentro
el mejor de los lenguajes,
en la mirada serena y tolerante –ausente de ira-
la más noble de las caricias;
es en la quietud de los momentos
donde ese yo a veces tan lejano
siento yacer rendido, casi derrotado.
En la dignidad del verbo compasivo,
en el instante preciso de la concordia,
en ese nuevo mundo donde la duda sobra
y el abrazo se convierte en única moneda;
es ahí, en ese lado tan oculto de la grandeza
que quiero comenzar a morir.
Guían mis pasos las estelas que dejaron
los que todo lo dieron;
los que ni una vez miraron sus huellas,
aquellos que inventaron al calor de la ternura
otra forma –acaso la de siempre-
de volver a comenzar.
Vuelvo los ojos al mundo
que entre sueños descubrí;
el que se dibuja del color de la nostalgia
en el lienzo de ayer;
aquél que de esperanza
hilvana ilusiones en el mañana
quizá no tan lejano por llegar.
© jpellicer