Miras del espejo su humedad de ojos,
dibujas su nombre, esperas su mano,
se hace lluvia tu canto en poesía,
se pierde en el mar el gris de la niebla.
Te muerdes los labios y besas la rosa,
lo esperas en la blanca brisa que estallando muere
contra la ventana,
en ese destello de luna que besa tu cuerpo,
temes que no llegue, que esta vez no llegue.
Lo ves. Sí, lo ves…
En donde las nubes formando figuras
juegan con tu risa y se van, presurosas,
en el bosque incierto y tan bien conocido,
entre los senderos de hojas desprendidas.
Lo ves. Sí, lo ves…
Y lo sientes en su viril tibieza,
en su ternura dócil de hombre y de niño,
en la claridad de sus versos puros,
en todo lo que es él, que invade y atrapa.
Te muerdes los labios, juegas con tu pelo,
en las ansias locas de tenerlo ahora:
No mañana ni después, ahora,
que la noche se hace un tropel de estrellas
y él debe venir montando una de ellas.
Miras del espejo su humedad de ojos,
te sientes tan sola, sola con la rosa
y te dejas caer en el dulce encanto
de ser su doncella. Lo amas en silencio,
en la mansedumbre de tus ilusiones,
en la claridad de tu piel desnuda,
en tu aroma fresco de flores silvestres.
Lo amas, lo esperas, lo quieres ahora.
Lo ves. Sí, lo ves...
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Publicado el 09-02-2010)