Atrevidos, indecentes,
pasionales, enardecidos,
subidos de tono, ambos
navegamos en un oceáno
de fuego, fuego del amor
más profundo y de las
lujurias más carnales.
Jugamos con nuestras
pieles, que piden a
gritos el sentir de las
caricias más suaves
y ardientes, el sentir
de los besos más tiernos
y salvajes que recorren
cada centímetro de
nuestro cuerpo.
Nuestros labios,
insolentes y encendidos
de placer absoluto,
hablan en un idioma
que parece no tener fin,
entre gemidos, gritos y
palabras colmadas de
una pasión avasallasante.
Pasan los minutos,
las horas, los días,
y esta lujuria sigue
en pie, buscando
siempre más y más,
los goces y placeres
más intensos y fogosos.
Cuando hacemos
el amor, siento que
nada importa, que
el tiempo se detiene,
que sólo estamos tu y yo
entregándonos nuestros
cuerpos, estasiados de
un amor que vá más
allá de todo, y de una
pasión que se funde en
el fuego de una lujuria
interminable.
Aquí nos encontramos
y encontraremos siempre
mi amor, esperando a que
llegue la noche, noche
que nos haga sentir que
somos uno, que nos haga
soñar y vivir el sueño
más sensual, placentero,
pasional, noche que nos
invite por el resto de
nuestro amor y unión,
a sudar entre las sábanas.