Tiempo de las soledades
aumentando lo invisible;
manto donde es imposible
pretender las vanidades.
Un concierto de oquedades
se despeja en cada broche.
Queda perplejo el derroche
del silencio continuado,
eterno, siempre obstinado.
¡Cuánto misterio en la noche!
Un enigma en los gemidos
que quiebra los intervalos,
entre voraces escualos
de grises indefinidos.
Flotan milenios perdidos
eternizando el reproche.
Más allá de medianoche,
preñando el arco espacial,
hay un silencio fatal.
¡Cuánta tristeza en la noche!
Inconfundibles aromas
acariciando la tierra,
bajo una luna que encierra
la quietud de las palomas.
Casi roza los estomas
el violín en su trasnoche.
El contorno, usual desmoche,
del horizonte difuso
tiene un encanto profuso.
¡Cuánto de alegre en la noche!