Se desploma el hierro
de la noche
entre las penumbras
de mis espejismos.
Apagados ramos de violetas
se ahogan
en el corazón esclavo,
de sus remotos recuerdos.
Su piel de aura inasequible
es la roca dura del persistente
silencio,
ave afónica,
que le va cantando al viento,
sombras con sueños
y muerte sin entierro.
La noche es de turbias aguas
donde se bañan mis penas,
rumor de piel dormida
y de alma en pena.