Corres sobre la calle
con tu carrito a cuesta
cartonero;
el gato te mira
desde el tejado
como con ojos:
desalentados,
encogidos,
amedrentados,
ojos abatidos,
fijos ojos que
zigzaguean
entre la neblina
espesa de la noche.
Tu corres cartonero
entre los tachos
de basuras corres
y él te mira,
asombrado te mira,
como una estatua
te mira
duro,
como el mármol
te sigue en tus pasos.
Revierte en su mirada
una sombra
que circunstancialmente
se cruza en su camino
y tu cartonero
sigues tu trayectoria
sin mirar tu entorno,
sin advertir la realidad
que te circunda
y te influye,
te determina
y te arrincona
simplemente
en una mirada
de gato perdido
en al inmensidad
de un tiempo
indeterminado.
Estás allí
como en tantos otros
que te miran
como embebidos
en una posible
historia vieja
sin pasado
y sin futuro
concluyente.
CARLOS A. BADARACCO
23/6/12
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