Oscar Perez

Viene mi padre

Viene mi padre

 

Viene mi padre, viene desde sus costumbres

de ir descalzo cuando niño a buscar leña por los cerros,

de jugar brisca en la fábrica a la hora de la choca,

de ir los domingos a la cancha a jugar fútbol,

de pedalear cada mañana en bicicleta hasta mi escuela.

Viene el inquieto, el parlanchín, el Pérez-tiuque,

(quien le puso el sobrenombre le dio honor a aquellas aves),

viene alegre y sin más sombra que un naranjo entre sus manos,

sin más semillas que nosotros, desperdigados por el viento,

sin más amor que su verdad de proletario y libre roble,

viene ya exhausto de una vida de trabajo y lucha,

de su alta delgadez, de su cansancio de provincia,

de estas ausencias en que a veces nos perdemos

para volver de vez en cuando en mil archivos de nostalgia.

Yo lo recibo, igual de alegre, igual de exhausto,

pero al mirarlo vuelvo a ver las ilusiones de aquel niño, 

las tardes de pasear bajo los árboles o a la orilla de una playa,

o de esperar bajo la lluvia su paraguas de ternura y tiempo.

Yo lo saludo como soy, con su retrato piel adentro,

en cada hueso sostenido, en cada gesto repetido

y en mi felicidad de ser un hijo bien amado

y de amarlo cada vez que en mis hermanos veo sus obras

y en mi retoño propio las verdades invisibles

que de mi padre y su camino aún nos queda que aprender.

 

01 06 12