Viene mi padre
Viene mi padre, viene desde sus costumbres
de ir descalzo cuando niño a buscar leña por los cerros,
de jugar brisca en la fábrica a la hora de la choca,
de ir los domingos a la cancha a jugar fútbol,
de pedalear cada mañana en bicicleta hasta mi escuela.
Viene el inquieto, el parlanchín, el Pérez-tiuque,
(quien le puso el sobrenombre le dio honor a aquellas aves),
viene alegre y sin más sombra que un naranjo entre sus manos,
sin más semillas que nosotros, desperdigados por el viento,
sin más amor que su verdad de proletario y libre roble,
viene ya exhausto de una vida de trabajo y lucha,
de su alta delgadez, de su cansancio de provincia,
de estas ausencias en que a veces nos perdemos
para volver de vez en cuando en mil archivos de nostalgia.
Yo lo recibo, igual de alegre, igual de exhausto,
pero al mirarlo vuelvo a ver las ilusiones de aquel niño,
las tardes de pasear bajo los árboles o a la orilla de una playa,
o de esperar bajo la lluvia su paraguas de ternura y tiempo.
Yo lo saludo como soy, con su retrato piel adentro,
en cada hueso sostenido, en cada gesto repetido
y en mi felicidad de ser un hijo bien amado
y de amarlo cada vez que en mis hermanos veo sus obras
y en mi retoño propio las verdades invisibles
que de mi padre y su camino aún nos queda que aprender.
01 06 12