Dos hermanas, distintas totalmente, una sencilla, otra llena de preconceptos.
Una tuvo todo de lo mejor, anduvo en los colegios más caros, no hablaba con personas, que en su entender eran menos que ella. Mandaba en todos, desde el Padre hasta los hermanos. Nunca aceptó que la Madre fuera la jefa, que hiciera e deshiciera a su manera. La otra al revés, no se metía en nada, no le decía respecto, lo que su Madre hacía.
Un día, la prepotente se casó, una boda carísima, marchó al otro lado del Atlántico, por el marido, que tenia un alto cargo, se sentía una reina. Así pasaran años e años, hasta que donde estaban empezó la guerra por la independencia y las cosas cambiaran.
Él era de mucho sustento y tenia muchas novias hasta que la mujer lo cogió en fragante, un poco tarde, pues hacía años que pasaba. No sé si se hay divorciado, si se separaran, lo único que se es que vive con una de piel un poco mas oscura y tiene hijos de ella. La reina continua diciendo que él es su marido, el mejor del mundo, una joya.
La sencilla, nunca ha opinado, ayudó a la hermana como pudo, sin comentarios, sobre nada.
Ochenta o mas años, sola, con cinco hilos (son los mejores del mundo) pero no tienen una cama en sus casas para ella, en cambio, las tienen. Barcos, coches caros, pero sitio para la Madre, eso no hay.
Enferma de los nervios, con miedo a la noche, se acordó de la hermana que como dijo, no tenía vergüenza de haber casado con un pobre tendero, pues no tenía curso. Estaba equivocada, pero ni merecía la pena intentar decírselo.
La sencilla, trabajó, llenó la casa de cosas buenas y bonitas, cogió la Madre y la tuvo en su casa, enferma de Alzheimer muchos años, nunca le levanto la voz, nunca se arrepintió, lo hizo por amor.
Dos hermanas, distintas, como el día de la noche, una fuerte y recta, otra flaca y sin discernimiento para ver las cosas en su rudeza.
Destinos distintos, finales parecidos, las dos están solas, cada una en su piso, pero solas. ¿Preocupados los hijos? Sí.
Pero solamente para saber donde gastan el dinero, ¡no va ser de caso que cuando mueran no dejen ninguno!
La vida de los pobres es triste, de los Padres aun más. Mientras están en la edad intermedia y tienen algo, son visitados, aceptan lo que dicen, tienen cariño, ¿será? Comparo los hijos no todos, gracias a Dios a un gato que tenia en casa, se ponía en el brazo del sillón de mi Padre, de ojos cerrados y de repente estiraba la pata a ver si cogía algo del plato del desayuno y volvía a quedar mui quieto de ojos cerrados.
Es un cuento, una fábula. Una realidad, por desgracia, que esta pasando en demasía, en estos tiempos feroces, que se vende hasta el alma por dinero.
Quiero que nadie se enfade, es solo un cuento….
Oporto, 25 de Junio de 2012
Carminha Nieves