Tristeza que con tu clavel exhausto
a mis albas tiñes de un vil ocaso…
−¡Para qué inflamar tu rudo gesto
si llegas con tal atrevimiento…
cargada del llanto inevitable,
a cegar de la vida sus cristales!
¿Para qué dar feroz argumento
a tu levitar tan soñoliento…
si naufragas hasta el más tibio firmamento? –
No galoparás infausta por mis huertas…
y de tu casa estrecha, clausuraré la puerta;
aún las almas se despiertan de la ruda piedra
como rosas que abiertas… ¡anhelan seguir su fiesta!
Aún la tertulia de los viejos sabios
incendia con su fábula, los campanarios.
Aún con febril carruaje, los entusiastas jóvenes
siguen raudos… la metamorfosis.
Y aún… de los niños y su rosácea quimera
con ala de oro vuela benevolente la estrella,
entonces... ya no te recuerdo... tristeza
me suena lejano el rumor de tu cadenciosa orquesta.
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Propiedad intelectual Lucero Moscoso
Bogotá D. C. Colombia