... Y sintiendo el dolor de ausencia dentro de su corazón recordándola, tomó pluma en mano sentándose a la mesa de su estudio y comenzó a escribirle antes que fuera muy tarde sus últimos versos de amor entre lágrimas de estíos que caían de su rostro algunas al tintero uniéndose a la tinta conque plasmaba tanto sentimiento sincero y una vez terminado su poema dándole el punto final, cogió casi sin fuerzas una rosa roja del jardín, colocándola delicadamente sobre el libro abierto y acto seguido recostó su cabeza sobre la almohada en su cama para descansar un rato cerrando sus entristecidos ojos, amaneciendo aun ahí como dormido ...
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DÉJAME MORIR:
Déjame morir, si llegando a casa, levantado ya no estoy a la espera y al entrar al cuarto de cara a la pared me encuentras, no es porque este fingiendo dormir por sentirte, es que así, llorando sobre la almohada es que intento soñar con esa amable pareja de enamorados que fuimos recordando aquellos bellos momentos en los brazos, cuando con la mirada se decía todo, como razón de sincero valor por existencia a la hora de amarnos...
Déjame morir, sin besar mi boca, que un corazón herido en tiempos de amar, yace solo por agonía de olvido, sumido en sus propios espacios de soledad, pero no temas el llamado por seguro de tu conciencia, sintiéndote triste y culpable cada noche frente al espejo de la vida que te toque vivir mordiéndote desveladamente los labios, porque de un cariño muerto no hay rencor perdurable para la mente como reflejo del alma, por esos ojos que se cierran al mundo.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 25062012 12:00 PM.