Hoy no preparé nada,
no escribí un poema, ni tengo versos, ni rimas, ni ganas,
pero sí esa sensación de dichosa calma
y por eso plasmo ahora, como me sale
un par de letras, unas palabras...
Tenía el corazón hambriento, y lo tengo todavía,
pero un silencio se ha apoderado de mi alma,
un silencio calmo, como la brisa
cuando susurra secretos en las montañas,
apacible, envolvente, extraña y mansa,
como cargada de mil certezas no concretadas.
Late despacio, no teme a nada, aún cuando
no he visto su cara,
ni sus ojos, ni si se le hacían hoyitos
en las mejillas al sonreír,
como quería descubrir, no importa,
porque todo está quieto y a la espera del sol,
como ese momento antes del amanecer
en que se para el mundo y las hojas observan
como Dios se trasluce en el cielo
disfrazado de un celeste puro e infinito.
No pretendo me comprendan,
pero se me ha arrebatado el pecho de paz
al saber la alegría en sus abrazos y reencuentros,
al sentirle aliviado de penas,
con los pies descalzos de nostalgias
y los sueños jugando en la arena.
Y yo que aquí me quedo,
me siento fiel testigo de su sonrisa
que no veo,
que siento,
que imagino y beso.
Vuela vida hasta los brazos
de la tierra que siempre te estuvo esperando,
de los mares de hermosos colores,
de las calles cargadas de música.
Sé libre que eso amo,
sé feliz que eso me da
el aire para vivir
aún entre las ausencias.