¡No eres mujer que me queme!
Una lágrima traidora
por mi cara resbalaba
y también mi alma lloraba
al saber llegada la hora
en que lo nuestro acababa,
qué decir que no haya dicho
qué rogar que no he rogado
si solo por tu capricho
queda todo en entredicho
y te vas por otro lado.
Si tú me has abandonado
no pretendas que te busque
que no seré ese criado
al que dejaste de lado,
ya no hay nada que me ofusque
ya no hay cantos de sirena
ni fuego que me resqueme,
si no valías la pena
yo ya pagué mi condena
¡no eres mujer que me queme!
©Eduardo González Cuartango
26/06/2012