Quiero vivir para ti, por el resto de mi vida,
Y así se lo pido a Dios, a ver si me lo confirma;
Porque tú eres la mujer con dulzura indefinida,
Que llenas mi corazón, con tu amor y tus caricias.
Eres el ángel guardián que entre tus brazos me abriga,
Y la que me da esperanzas, cuando tiemblan mis rodillas;
La que ha visto hasta rodar lágrimas por mis mejillas,
Y con un beso has secado mientras tus labios te brillan.
La vida ya se me acaba lo sé, y no es mi pesadilla,
Mi pesadilla es perderte antes de perder mi vida;
Por eso a Dios yo le aclamo, para vivir para ti,
Y así el día que parta, sé que me iré feliz.
Ya que en mi tiempo vivido, nunca de nadie he sentido,
Ese amor, ese cariño, que he sentido de ti;
Solo libré batallas con empeño y con afán,
Pero para quien lo hice, hoy los llamo y ya no están.
Hoy soy estorbo viviente, tratado cual mueble viejo,
Que ha desteñido su tela, y ya no le ven arreglo;
Pero que bonito era, y que colores tan bellos,
Para todos elegante cuando aún olía a nuevo.
Pero ahora ya quien soy, si ya no soy ni un reflejo,
De aquel hombre que lucho sin fruncir el entrecejo;
Pero de eso no hay lamento, de eso yo no me quejo,
Ese era mi deber, y Dios me permitió hacerlo.
Hoy que la espalda me dan, aquellos sin entenderlo,
Los que mi vida les di, los que fueron mis desvelos;
No dudes te maldecirán, cuando sepan que te espero,
Pero tu serás valiente y no lámina de su espejo.
Quiero vivir para ti, por el resto de mi vida,
Aunque ya no sea el mismo, pero tú si eres la misma;
La que me brindó en un beso, sin términos ni medidas;
Lo que necesita un hombre, mucho amor, muchas caricias.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita