La misión
Acaso nadie entenderá qué es esto:
escribir por escribir, escribir siempre,
cual ciego que descifra otros colores,
cual loco que razona con la muerte,
cual niño que envejece mientras llora.
De nada le sirvió, dice el ministro,
sus compatriotas siguen en el yugo que les dimos,
de nada lo salvó, dice el psiquiatra,
sólo es melancolía lo que alega en sus tinieblas,
y aquella que se fue incendiándose en sus besos
lo abandonó por miedo a un porvenir de super nova
y aquel que no volvió por sus zapatos cada noche
le dio a pensar que no hay raíces en la hoguera.
No se hizo rico, repiten sus harapos,
no fue famoso, ladra el perro que lo sigue,
sólo en sus ojos pareciera que no muere,
que guarda algún arpón, que algún hallazgo hizo en su llanto.
Y escribo cual jamás pensé que se pudiera,
con el atril de cada noche en las entrañas,
con el pincel de cada herida en el naufragio,
con el sabor de las mañanas a naranja
y el ritmo de la luz en las pupilas de mis hienas.
Pido perdón por el amor que se cayó a pedazos,
por las espadas que no usé, por el atajo que no quise,
pido perdón por no aguardar en la gran fila,
por no abatirme en la igualdad de los serenos obsecuentes
ni pretender mayor fulgor que el de un abrazo con mi hermano.
Pero no puedo detenerme en las trincheras,
he de marchar, he de poner mi pecho al viento,
he de vencer las soledades con mi pluma,
he de escribir, porque a eso vine, porque es por eso
que quiero oler el mundo tras el rastro
que deja junto a ti cada palabra que por ti descubro.
17 06 12