No me agrada la mediocridad,
sin embargo es, tiene entidad,
es una realidad apremiante
de los insignes maestros de la nada.
La limitación segura de lo racional,
lo insigne se atosiga en un laberinto
de profandad ilimitada,
albedrío de palabras sin sentido,
lecturas inverosímiles,
remotas
esquizoides,
paranoicas
subrepticias
antinómicas
restringidas de la expresión emocional;
un insigne espectador de la ficción
sin apariencia humana…, humanoide.
No me agrada la mediocridad
es aberrante y está presente aquí
entre nosotros como azuzando,
avivando la envidia atronadora
de la ignota brusquedad de lo tácito.
Dios nos guarde de tal ignominia.
CARLOS A. BADARACCO
26/6/12
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