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Dios habla, ¿Lo escuchamos?



Ellos se llenaron de soberbia… se rebelaron, endurecieron su cerviz.

Nehemías 9:29



Habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.

Hebreos 1:1-2    


Dios habla, ¿Lo escuchamos?



El corazón humano es engañoso y perverso (Jeremías 17:9). Que Dios le hable de juicio o que le ofrezca su gracia (Mateo 11:17), el hombre no quiere escuchar. ¿Se rendirá Dios? No, Dios es paciente, él no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Pero su santidad y su justicia exigen que el pecado sea juzgado.
El hombre quiere seguir su propio camino. Su historia es decepcionante desde el principio. Dios habló a Caín para que no actuase mal contra su hermano, pero Caín no escuchó y mató a Abel (Génesis 4). Israel, pueblo rodeado de los constantes cuidados de Dios, se rebeló continuamente contra Dios.
Jesús, el enviado del Padre, fue de lugar en lugar haciendo el bien entre los hombres, y éstos lo “mataron colgándole en un madero” (Hechos 10:38-39). ¿Cuál fue la respuesta de Dios a todo ese odio? La sangre de su Hijo, que “limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7), es decir, el perdón para los que se arrepienten y creen.
Sólo la gracia divina puede vencer al hombre, incorregible en cuanto a su naturaleza. Es necesario aceptar esta gracia ofrecida a todos. Rechazarla es menospreciar el sacrificio de Cristo y por lo tanto exponerse al juicio.
“No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17).