¡Ah, soy esta flor
tendida en las orillas de la noche!
Que juega a ser estambre
curvado más allá del deseo
de brisas del crepúsculo,
más allá de las raíces del silencio,
más allá de la inquieta
brevedad de los pájaros.
¡Déjame que te amarre
a mis ojos y a mi vida,
que juegan a ser faros que te aman
entre la niebla extasiada del beso!
¡Déjame que te asedie
con flores y con mundos,
para que luego me bautices
con la deseosa vocación de tu cuerpo.
Y a esta casa
en que todo se despierta,
llénala con la soltura de tu alma
transfundida a mi alma,
más allá de tu canto,
más allá de tu canto.