Idea original de Hugo Emilio Ocanto.
De ondulaciones blanquizcas
presumen los hilos pocos
del hombre viejo, del solo
hombre con piel de ceniza.
Ceden los hilos y el hombre,
el hombre y los años ceden
a las pernoctadas noches
de licor y boca ardiente.
Falto de pan, cual falto hilo,
el hombre la mano estira
a las personas que mira
con sus trajes todos finos,
y nadie de los que pasan
le convida una comida
ni voltea su camino
para ver su mano alzada.
Bajo el umbral decadente
de la arrebolada iglesia,
aún estaba silente
el vetusto hombre, de sienes
tan níveas y tan necias;
mojando los pisos secos
con uno de sus mil llantos
que con el dolor certero
cayó hasta sus pies descalzos.