Llegas a mí, dulce melancolía,
por el umbral de la feroz mañana,
donde mi ser a toda niebla hermana,
y toda lluvia me hace compañía.
El tiempo, que prolonga mi agonía,
en horas fugitivas se desgrana;
y, en sumiso anhelar, siempre temprana,
esta tristeza implora la alegría.
Si en la noche, que aspira un nuevo día,
voy a regar lo que en su ausencia crece,
siempre abonado con tu letanía;
Si de tu mano va su mano fría,
y si la soledad se te parece,
suéltame el alma, que está vacía…