Se sosiega el éter masticando
esperanzas de bocas caídas
y acequias ensombrecidas.
Cien mil cielos conversan en poniente,
mientras tanto, los hijos del fuego indeleble
reciben halagos y rugidos de victoria
ya que las cenizas del presente
serán cimientos de honestidades
en un futuro muy cercano.
Vuela mi afecto sobre el tejado de la sabiduría.
Hemos rechazado nuestro interior más intimo
y a consecuencia de ello ahora sólo cabe esperar
la capitulación que nos cederán de los dioses.
Se apacigua el éter cuando la sed de justicia
se va convirtiendo en una sublevación sigilosa,
sólo apta para anacoretas que codician justicia.