Los árboles …se fueron
Plantar todos los árboles
y escribir todos los libros
mover con manos de viento
las hojas de árboles y libros;
buscar los orígenes del libro
en la luz del pensamiento,
y las raíces de los árboles
en los deseos y entrañas
de la ardiente tierra.
Los árboles se caen a diario
como hojas del calendario,
como los fantasmas se van,
desaparecen cada instante;
las montañas cada día
muestran su árida testa,
como cabeza que a diario
el pelo va perdiendo.
Los árboles se fueron:
con los besos del viento,
se los llevaron los pájaros
escondidos en sus nidos;
y con ellos se fueron
la brisa, el sereno y el rocío,
las mariposas y sus colores,
las sombras y las lluvias.
El mundo muestra su árida
y desolada orografía;
los árboles se fueron,
se los llevaron las orquídeas,
para que los enamorados,
no escriban sus nombres,
y los días no se mezan
en el columpio de sus ramas .
Los árboles desaparecieron:
los comieron las termitas,
para que el filo del hacha
no les corte ni abra la carne;
para que no lo cercenen
los dientes de afiladas sierras;
para que al final no sean leña,
o carbón que arda en anafre.
Los árboles se fueron:
en los rayos del sol
y hálitos de la luna;
para que no los consuman,
ni los besos de las hogueras
o el fuego de los incendios,
para que no ardan y ahuyenten
el frío por las noches de invierno;
ni las caricias sean más ardientes
por el fuego en la chimenea.
Los árboles se fueron:
con las crecientes de los ríos,
se los tragaron los terremotos
y los tsunamis del mundo;
para que no los ahoguen,
el asfalto, calles y caminos,
para no oírlos gritar al caer
como los truenos del cielo.
Los árboles se fueron:
en el trineo de Santa Claus;
para que los niños no aprendan
a cortarlos para la navidad,
iluminarlos, admirarlos, disfrutarlos,
ver a su lado el nacimiento,
y sentir regresar la paz
con la Nochebuena;
para que la casa no tenga
el aroma del bosque ,
para que en enero,
aún fresco y respirando,
no lo tiren ni olviden.
Los árboles se fueron:
se los llevaron
el calor y el frío,
las plagas y su hambre,
el pico del pájaro carpintero;
y evitar que los lastimen o hieran,
manos, cerrote y clavos,
y no sean una dolorosa cruz,
ni tomen la forma de ataúd.