Diaz Valero Alejandro José

El libro de Alicia 5/10

CAPÍTULO 5. Lavando y cocinando


Alicia era una versátil cocinera, de su fogón salían exquisitos olores y sabores que agradaban a los más exigentes paladares. Su manera de cocinar utilizando los pocos  ingredientes que tenía en su dispensa, no desmejoraban en absoluto, el sabor de sus comidas.


Y si era preparando postres era todo una experta, esas habilidades las había heredado de su madre. Aquellas delicias de dulces manjares, arroz con leche, dulce de piña y lechosa, majarete y otros tantos de una interminable gama que junto a su famoso “quesillo” supieron por varias décadas deleitar a propios y a extraños. Así era Alicia,  una enamorada de la cocina, allí se sentía reina y señora, preparando y ofreciendo aquello que preparaba como una manera de agasajar a todo aquel que la visitara en su  casita.


Tal vez un capítulo de recetas de cocina podría ser parte del contenido de su libro, sin duda podría a través de él enseñar sus secretos a las nuevas generaciones para que sigan preparando esos platos sin perder la sazón ni el punto exacto de la cocción.


Otras de las actividades que Alicia disfrutaba era lavar.


Su inmensa cantidad de hijos la obligaba a lavar ropa muy a menudo. Diez hijos, un esposo y varios sobrinos, ensuciaban tanta ropa como eran capaces de lavar sus manos. Había que verla como lucía su sombrero de ala ancha y entonaba hermosas canciones mientras lavaba y enjuagaba toda aquella ropa en la pequeña batea colocada en la parte de atrás de la casa. Ella tenía por costumbre hervir la ropa lavada para desinfectarla mejor, para lo cual usaba una fogata con leña y una olla inmensa donde el olor a humo y a jabón de lavar se mezclaba por toda la casa, mientras Alicia lavaba y cantaba en aquellas tardes calurosas. Tal vez esa parte, en su libro no la  mencionaría o a lo mejor, sólo haría una breve reseña y con eso sería suficiente.


- Tendré mi libro, el mundo sabrá quien fue Alicia, aunque sea yo misma quién tenga que contarlo, se decía a sí misma.

 

 

Cada día su sueño cobraba fuerzas

y se sentía ya dueña de su obra,

que aunque no fuese tan extensa;

hablaría de sus años, días  y horas.


Continuará...