El reloj echaba rodar sus agujas desesperadamente
Mas las horas y los días transcurrían sin prisa
Tras varios encuentros que nunca habían logrado concertarse.
Sin embargo, ese día al fin llegó. Nos encontramos envueltos en una conveniente excusa De cenar bajo la luz de una habitación Y disfrutar de una buena película Que se suponía nos estremecería Pero de miedo y terror. Aún así, nada de aquello sucedió, Porque el encuentro prometía más que una cena y una cinta, Una ardiente noche que quizás, en el fondo, Los dos amantes anhelaban en silencio.
Fue así como pudieron más nuestros cuerpos
Que hostigados de mirarse y respirarse tan cerca
Y callados en el silencio de un pause en una perpetua noche
Irrumpieron la quietud entre palabras y besos
Logrando la conjunción perfecta de dos almas solitarias
Que al final sólo fueron una.
Tu mirada penetrante
Y al mismo tiempo tierna, dulce y sensual
Fueron como intensos rayos
Que tuvieron refugio en mi corazón.
Nuestros cuerpos se desearon
Como el pasto seco al rocío lo ansía
Para saciar su sed
Y sentir con demasía.
Perfumes y alientos se confundieron
En una noche que conspiró
Para que dos volcanes en erupción
Derrocharan pasión.
Tus labios casi de seda
Se acercaron a los míos besándome tiernamente,
En ese momento yo temblaba sin salida
Estremecida entre tus brazos, besos y caricias,
Provocando mil suspiros
Que me llevaron al éxtasis del deseo
Sofocada por el fuego inadvertido
De tu intrepitoso apetito.
Me turbé por un instante
Tanto, que llegué a desear que la noche fuera eterna
Pues estaba desbordante,
Y ya perdida para siempre
Me entregué en aquella alcoba sombría
A la perfecta y dulce tregua
De tu apacible bravía.
Lo que puede hacer un beso.
Nos trastorna los sentidos
Y nos lleva a recónditos y desconocidos deseos
Que en el alma y el cuerpo habían estado en receso.