En vano sus torcidas manos
Clamando al cielo levanta,
Nunca más el árbol encanecido
Verá retoñar, sus ramas ya secas.
Ni abrigará compasivo
Tejidos de pajas y plumas
Llenos de amores y cantos
De seres que lo anidaron.
Con la piel cansada y rugosa
De avatares y años mejores
Transita sombrío y doliente
Hacia el final del camino.
Mil historias por mil, quedaron
Atrapadas en su memoria
Y los nombres que guardaba
Con el tiempo se quebraron.
Se acabaron los verdes en sus ramas
Sólo una que otra sierpe atosigada
Duerme escondida de las ranas
Entre las arrugas… de su piel cansada.
Delalma
Jueves, 10 de mayo de 2012