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Joyas perennes, joyas caducas

(I)

-La visita-

 

Principio humano:

innato arraigo al cuerpo,

crecer, florecimiento

de las pautas que conforman al individuo;

comienzo que se precipita

hacia el polvo,

hacia la eternidad o a los abismos.

 

 

Crecer humano:

succión de mama,

biberón,

berreo en la cuna,

rodillas y palmas de manos;

ser y gateo.

Pasar de años:

pasos que palpan la senda,

pisadas, descansos,

huellas y más huellas,

pies, piernas y zancadillas.

Desde la horizontal perspectiva; descubrimientos.

Hasta el vertical recorrido;

equilibrios fruto del azar, la búsqueda y barandillas.

 

 

Razones humanas:

permitirnos el paseo y salir de visita.

A vislumbrar; paisajes cotidianos,

la herrumbre de culturas,

motivos que encumbraron

o que dieron nefasto final;

a pasajeros de este navío

a multitud de imperios.

 

 

Salir a pasear

y tocar tactos diversos.

Tanto el cendal como la piel curtida,

o las cuerdas trenzadas que cuelgan;

dando vida a los cortinajes,

o como hamaca se esmeran (bajo un viejo porche)

en acicalar mientras acompañan

a esa segura y caduca soledad de cualquier sombra.

Salir a pasear, tomar la medida y también rozar...

la aspereza que escuece,

de la parca y resistente lona gruesa.

 

(II)

-Estancias-

 

 

Porque hubo inicio recorro;

sinuosos corredores,

avenidas y plazas bulliciosas,

desérticas humedades escondidas

como vísceras en bosques;

y calles apeadas del tránsito,

donde bucólicamente asoman acordes,

que empañan con sus nostalgias;

mi mirada y las lentes,

que acaban por reconvertir la poca vista del hombre.

 

 

Hay comprensiones crueles,

prismas, que transformando,

violentos agreden.

Hay eslabones anclados

al trato indispensable,

al incuestionable progreso

y a libertarios y honrados avances.

 

(III)

-Evidencias-

 

 

Dejé la absurda creencia de la perfección,

al lanzar el guijarro y observar,

que tras los saltos, éste destruía

la serenidad apacible del agua en el lago.

Y con el progresivo y espiral movimiento,

la imagen creída del narciso se diluía,

tan sólo quedando la debilidad de sus arrugas,

tan sólo quedando; sollozos y llantos.

 

(IV)

-Incomprensibles liturgias-

 

 

Hay capillas con santas vírgenes,

cuales protegen la fe,

con la suavidad de sus mantos;

y miran los suplicios de la tierra,

desde un escalón arriba,

desde la cercanía azul de un cielo.

Cual parece se olvidó

de dictar remedios,

de indicarnos claramente las señas del paraíso.

Cielo, vírgenes, dioses y santos,

cuales simulando ausencia,

nos dan a entender, les parece bien,

que con torpeza cerremos tapiando las puertas,

y aplastemos el sueño venido tras desvelarnos sus sueños.

Cielo invisible,

que huraño no cede

su saber poderoso,

para ayudarnos a erradicar tantos espantos.

 

(V)

-Jarabe de ricino y vómito-

 

 

Hay ojos, de muñeca, vidriosos,

posados en las esquinas

de capitalinos arrabales.

Hay ojos, de muñeca, llorosos,

en antros de hálito espeso.

Hay ojos, de muñeca, ojerosos,

apresados al tráfico,

adosados al asfalto,

esperando en los arcenes.

 

 

Ojos  donde el placer asoma sin gusto,

donde las perlas del amor no encuentran su concha,

y perdiendo su brillo de mariposa,

con grasientas y sucias, junto a malas doctrinas,

viven deslucidos, opacos.

Doctrinas cuales esquilan,

con el maltrato impúdico desvergonzado

sanas vergüenzas,

y cuentos explícitos que les indicaban,

esos ojos eran, de princesa,

nacidos para palacio.

Doctrinas  tan salvajes; como por su egoísmo ancestrales,

que no dudan en arrancarle la dignidad hasta a los

                                                          adoquines,

e inculcan con falsas y serviles promesas

el vicio entre bastidores.

 

 

Existen torrenciales lágrimas,

que apresadas en la esclavitud

agrietan carreteras y ciudades.

 

 

318-omu G.S. (Bcn-2012)