1
Nos encontramos, casi
que por casualidad
en el bar al que
siempre asistía, y digo
“casi”. Porque en
las citas clandestinas
de copas rojas
y corazones rotos,
la casualidad es solo
un pretexto
para comenzar
a quererse.
2
<<Ha sido hoy uno de
esos dulcísimos días
de nítida claridad,
precedidos por
una noche de copas
a altas temperaturas de amor>>.
Te dije al armarle
la trampa
a tu corazón.
<<Tu tienes tu manera… De
reír y de mirar
y de coquetear como
quien no quiere la cosa
y de soltarte los cabellos
-así como si nada-
“Como quien bate girasoles”
como quien anuda amapolas>>.
3
Te propuse la soberana estupidez
de amarnos como
corsarios, de robarnos
tiempo; espacio, tus
besos de tesoro, la playa
de tus caricias
la quintaesencia
de mi desmedida
personalidad
huracanada
del pacifico-caribeño.
¿Nos quisimos?
-si nos quisimos-
en todos los hoteles
baratos de la 2,
en el puesto
trasero de “Plomo”.
4
¡Juro que el tiempo
pasaba más lento
al estar juntos!
[Tu también sabias que
mis invitaciones de
“tomémonos solo un trago inofensivo”
acabarían contigo
desnuda,
tensándote como
un arco,
-pobre de mi-
simple mortal
bajo tus caderas:
5
Jamás olvidare
esa noche de lluvia
-noche del primer reclamo-
[cuando a dos cuadras de “Las Cibeles”
me armaste
un zafarrancho
furibunda de celos hasta
el cansancio
por causa de
aquella muchachita
morena, de labios
de durazno y
sonrisa franca
que con mirada de deseo
me llamaba
“Profe”…
Mientras yo –para nada conflictivo en el amor-
solo atinaba
a responderte sonriendo.
<<Con ella no podría tener nada ella es
pedestre y después
de las mujeres voladoras
las mujeres como esta chica
no tienen encanto alguno>>
<<! No metas a Oliverio Girondo en esto ¡>>
Fue tu única respuesta.
6
… Y un día te fuiste
lejos, muy lejos,
allá donde ni mis
tristes palabras
podrían alcanzarte.
[Entonces me quede aquí
laminado entre
poemas, con mas
sabanas sobre mi
vida.
7
(Epilogo. Te digo)
¡Nunca fue mentira¡
Que te estremeciste
como un gorrioncillo herido
bajo mis caricias…
Lo sé yo y no importa
lo que tu digas
-ni cuanto lo niegues-
yo lo sé y lo saben las estrellas
y las copas vacías
y el cenicero full
de colillas.
Nunca fue mentira
mis ataques
y la echadera de perros
“los rowailers”
-como decía Eneas-.
Te pierdo, te reencuentro
tu mujer encanto,
tu mujer silvestre…
Hoy no tengo testigo alguno.
(Solo la papelera donde terminara este poema).