Escribo, bajo la tenue luz
que ahoga mis sentidos,
el estertóreo ocaso de tu nombre
que se deriva de mis lagunas
y de mis lunes azules
de humo de cigarro y susurros,
del verbo quieto de mi lengua,
de la impronunciable vida,
del vicio de vivirla.
Delineo tus labios en los míos,
quizá esperando, quizá creyendo,
quizá mintiendo al tiempo
y al viento y a tu risa que me sigue
y a mis oscuros delirios
y a la luna y al día y al vino.
Quizá no cayera mi risa por tu pelo
para abrir el Tártaro
ni quemar mis alas de cera,
ni transfigurar mi sombra
al metaplasmo que ahora determina
lo que fuese alguna vez de ti.