Diaz Valero Alejandro José

El libro de Alicia 7/10

CAPÍTULO 7. Un poeta en su familia


Alicia tenía un sobrino poeta, era uno de los sobrinos que ella había criado, y que por razones desconocidas se le había dado por escribir poemas. Ella no sabía mucho de eso, pero les fascinaban los versos de aquel joven que muy entusiasta escribía y le mostraba  a su tía el producto de su creatividad.


Alicia conservaba en un viejo baúl muchas de las cartas y poemas que su sobrino le había escrito. Ella se sentía identificada con esas letras, y tenía esperanza de algún día  ver un libro escrito por su sobrino. Será el primero de la familia, no sé de donde habrá sacado eso de escribir poemas – comentaba en silencio. Siempre hablaba de él muy orgullosa, en las reuniones de familia.


 Muchos años después ella, tal vez inspirada en su sobrino le dio también por escribir su propio libro, y se lo hizo saber a él. Al joven le pareció maravillosa la idea y se ofreció a colaborar con ella en la redacción y revisión del texto a fin de que saliera lo mejor posible.


-No sobrino, ni lo sueñe, déjeme hacerlo a mi sola, porque si usted mete sus manos en el asunto, entonces no sería mi libro… Sería suyo, le comentó una vez escuchado el ofrecimiento.


Y puntualizando el asunto, continuó:


-Yo sé que no tengo tus recursos y tus habilidades, pero quiero hacer mi propio libro, ¿Entiendes? Prosiguió.


Sin duda el sobrino entendió, y aunque mucho le hubiera agradado ayudar a su tía en la elaboración de aquel libro, en el fondo sentía admiración y respeto por su tía y aplaudía esa valentía de querer llevar adelante su proyecto autobiográfico sin más recursos que su memoria, sus vivencias,  y sus pocos estudios de primaria.


En el fondo, su sobrino también ansiaba ver el libro de su tía hecho realidad.


A veces los libros son como la esperanza de hijos de familias con algún problema de esterilidad; se esperan con ansiedad, se hacen los trámites y diligencias, se les pone inspiración, pero no llegan… Tardan en llegar y la ansiedad se hace inmensa, se hace infinitamente eterna, pero el deseo se multiplica y el optimismo también. Así que entre esa dura batalla de lo posible y lo soñado, va transcurriendo el tiempo, que es quien en definitiva tiene la última palabra.


 

Nada de ayudas sobrino

déjeme hacerlo a mí sola,

que un libro es como un hijo,

y yo soy una madre paridora.


Continuará...