La luna, en cada noche
sin hacer ningún reproche
parece estar condenada
a no ser acariciada
por el sol, que la persigue;
todos los días la sigue
sin descansar un instante,
queriendo tener delante
a su luna tan amada,
a su luna tan deseada...
Pero sabe que al tenerla
lleva el riesgo de perderla
porque no podrá lucirla
sin temor a derretirla;
y en ese triste suplicio
a él le toca el sacrificio
de ver que su amada luna
brillará como ninguna,
aunque él no pueda tocarla,
aunque él no pueda abrazarla.
03/07/2012