Si se levantaran las baldosas del corazón,
si fueran de estupor las calderas de la cerrazón
y con la mano en el corazón los espectros le escribieran al amor.
Si los cielos se abrieran y cayeran diamantes
y si las esencias cogieran profundas cavilaciones.
Si al remitir nuestros pasos se levantaran los pasados
y arremetieran con furor los ocasos de la existencia.
Si fueran de cristal los sufrimientos y los llantos
y se rompieran en mil pedazos las antítesis y las antinomias
remontándose a los espacios más recónditos del alma,
arremetiendo con furia en nuestro presente de hojalata
y si fueran obsecuentes las parsimonias y los destellos
los más iluminados centelleos de la efímera presencia que vivimos.
Si pudieran revertirse los momentos de indecisión
que en la historia de las incertidumbres se alzaran
en este carrusel interminable y complaciente.
Si las fragancias de las flores del pasado renacieran en el presente
reviviendo esos instantes de felices osadías
y se cultivaran los espacios y senderos de otros días.
Cuánta luz del alma se lanzaría
para iluminar el mundo y doblegarlo,
haciendo que la libertad naciente fuera cierta
entre los mechones de cada pelo de la objetividad
pudiéndose tirar de ellos y arrancarlos de cuajo desencantados,
seguramente otra sería la elocuencia de nuestros signos
seguramente otra sería la CONDICION DE NUESTROS principios
CARLOS A. BADARACCO
4/7/12
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