Donde dejó mi rastro el sueño
quedó el amor, quebrado,
desfigurado en el tiempo
débil por el olor a silencio.
A la sombra de tu mano, llena
de mis notas de guitarra tiesas,
descansa la esperanza quieta,
sorda, ciega y necia.
A la cama no la entiende mi cuerpo
extrañado de la ausencia,
extrañado del vacío,
de la falsa visión de tu cuerpo
que juega a darme un beso fugaz
que se escapa montada en un suspiro nebular
y se lleva el alma del cuerpo.