Cómo esta noche
no expresarte
que te amo
apasionadamente.
Si ayer tú me
diste la más
inmensa de las
felicidades.
Tu presencia.
Tu piel.
Tu voz.
Tus besos...
La dicha plena
que hace tiempo
esperando estuve.
Tú me la
concediste.
Y ahora...
todo en mí,
es felicidad.
Sin pregonar
al mundo
la verdad
de nuestro
encuentro.
O la totalidad
de él.
Llevo sobre mi piel
el contacto
de la tuya.
Bendito sea el amor.
Bendita seas, mujer.
Me has sacado
de las tinieblas.
De la oscuridad.
Hoy veo al mundo
distinto.
A pesar de las guerras.
De las guerras
del alma.
Del odio.
De la competencia...
Pero no
pensemos en eso
ahora.
Pensemos
en nuestra felicidad.
Seamos esta vez
un poco egoístas.
Tú, sin darte cuenta,
me otorgaste todo.
Todo lo que
necesitaba.
Calmar mi espíritu.
Mis angustias.
Mi soledad.
Bendita seas.
Tal vez
no puedas
comprenderlo.
Sí yo.
Comprendo
que teniendo
tu amor,
soy el más feliz
de los mortales.
Noche distinta.
Noche de amor.
Noche de paz.
Cuánto la
necesitaba.
Cuánto te
necesito.
Y ayer fuiste mía...
y en mi alma siempre
lo serás...
aunque me digas:
hasta mañana...
Te retendré
en mis pensamientos.
En mi piel.
En la ansiedad
de encontrarte
nuevamente,
y vivir momentos
de amor, sexo y
sentimientos.
Cuántos sentimientos
más podría
confesarte.
Pero esta noche
no. Iré a descansar,
y tú estarás en
mis sueños...
Todos los derechos reservados del autor(Hugo Emilio Ocanto-05/07/2012)