Deja que las gotas caigan,
que disuelvan poco a poco
la ira y la tristeza
atrapadas tras tus ojos,
déjalas que drenen
cada rastro de dolor,
deja que el agua lleve
todo lo que no se habló.
Que corran arroyuelos
y limpien a su paso
la razón del desconsuelo
anidada en tus ojazos,
y que se hagan manantiales
de salada esperanza,
de corriente pacífica,
de nueva templanza.
Pero no frenes al río,
déjalo que...salga,
que fluya toda la noche
y de día si hace falta,
hasta que la fuente seca
ya no extrañe más el agua
y empiece a beber el sol
en rayos de alborada.
Deja que se limpie el alma,
que se escurra cada rincón,
no retengas ni una pena,
no temas a la inundación,
con cada lágrima blanca
vacíate el corazón,
así mañana con ojos nuevos
podrás volver a llenarlo
de amor.