Adolfo Lisabesky

Mansos demasiado mansos.

Érase una vez en un país muy cercano

vivían mansos, muchos mansos.

Los días, pasto fresco y cercado,

las noches, sueño, sexo y descanso.

Pocos lobos y el pastor sensato.

Lluvias y rocío hacían fresco al pasto.

De vez en cuando el lobo devoraba

un ternero.Pero alguna generosa vaca

otro generaba. Dominaba el pastor

sin abusar y sólo una vez por semana

algún ternerillo adornaba sus viandas.

Tan monótona vida hacía de los mansos

muy mansos. Cuando había un sacrificio,

la manada miraba hacia otro lado

pensando: entre tantos no haré estropicios

y no seré yo el que abandone el cercado.

Esto pensaba el manso recto y recatado.  

 

Pasaron los años de vidas mansas,

y llegaron los tiempos de sequía y de hambre.

Los lobos bajaron de la montaña en manadas

buscando en el cercado algún que otro fiambre.

También el pastor buscaba en su rebaño

lo que no encontraba en el pueblo como antaño.

Ahora los mansos recatados a pares descuartizados.

Cuando no era el lobo era el amo.

Y en unas semanas pocos mansos en el cercado.

El más viejo de la manada recordaba historias

de fuera de la alambrada. Cuando los mansos

no se entregaban mansos. Los terneros, norias

que bajaban y subían ¿Era posible la lucha

contra los lobos? ¿Al amo al que escuchan

podrían matar y empezar nuevas euforias?  

 

¡Ah era demasiado tarde, muy tarde!

Hubo un tiempo en el que uniendo fuerzas

se harían fuertes pero los lobos y el pastor

decidieron por ellos y ahora...Un clamor

de mugidos secretos retumban las cercas

del cercado. Llantos, moribundos rebaños

que sueñan con lobos y pastores  pasados.

 

No se aprende a dejar de ser dominado

en una tarde. Lo primero, rebaños del mundo:

¿Queréis vivir como mansos esclavizados?

Yo os pregunto.