Llegaste a mi con tus pies cansados,
con una espalda escamada de dolor,
pusiste en la orilla de mi mar
todas tus dolencias y penurias.
El trazado del agua, de las olas,
marcaron un camino frágil pero seguro,
lo seguiste sin miedo a perderte.
Sabias que te llevaría al futuro.
Quitaste con la bendita de Dios
el arena que traías sobre ti.
Te despojaste de tus tristezas
y comenzaste a vivir.
Caminaste de una manera veloz
que me hizo perder tu encanto,
belleza que se complementa con tu voz
pero que nunca llegaría a mi corazón.
Sufriste y superaste los vientos del este,
imaginaste historias al ver el horizonte,
aventuras desventuradas quizás,
cuenta me di, que no era tu norte...