¡Gitana!,
no busques en mis manos esas profecías,
tan inverosímiles como el lejano nirvana,
mira en mi alma la razón de mi angustia y mis delicias.
¡Gitana!,
al indagar en mi pasado, hallarás confusión,
y al escudriñar mi ser, verás la verdad de mi aflicción,
presagiarás mis sueños y mis más profundos anhelos.
¡Gitana!,
pon tu mano en mi ardiente corazón,
y tu mirada en lo más hondo de mis pupilas,
dame el remedio para esta dolorosa situación.
¡Gitana!,
con tu voz suave y aterciopelada,
dime si tienes el conjuro que me libere,
de esos labios rojos que mi juventud besaron
con la pasión que en mi alma aún se mantiene.
¡Gitana!,
con tu voz suave y aterciopelada,
dime si tienes el conjuro que me cure,
del ardor de esos brazos que a mi amor cobijaron,
y me envolvieron en su calor, sin que yo lo supiera.
¡Gitana!,
con tu voz suave y aterciopelada,
dime si tienes el conjuro que arranque,
de mi mente el recuerdo de sus gestos y su risa,
que en mi memoria perdura, aunque ya no la tenga.
¡Gitana!,
con tu voz suave y aterciopelada,
dime si tienes el conjuro que pueda
quitar de mi alma este dolor inmenso,
por no poder olvidarla, por amarla hasta el final.