Con la ayuda de tus manos
intente reconstruir, cuatro,
siete veces, mil castillos en el aire.
Pero entras y sales de mi vida,
creyendo que mi corazón es de puertas abatibles
que para ambos lados se pueden abrir.
Que sólo llegas, estas un rato, no dices nada,
sólo agarras y te vas.
No te importa destruir lo poco construido,
lo que aun me sobrevive de lo que fue un gran amor.
Ay Mané, Mané, Mané…
No dices nada, tan sólo una palmada,
una caricia en la mejilla
…como quien acaricia a un perro,
eso siento y no lo soy.
Ay Mané, ya mi alma grita, mis ojos lloran,
la piel se cansa… llueve dolor.
Me importan mucho tus palabras,
tus caricias, tus miradas…
y al final estoy tranquilo,
ya que es seguro que alguna noche volverás.
© Armando Cano