Ricardo Nogal

La mujer

Afuera nace la noche,

como mi taza nace un café;

el reloj indica las seis,

sin embargo es noche.

 

El reloj silencia su paso,

mientras la cuchara se sumerge

en una taza que en minutos

solo estará vacía.

 

El minuto más largo,

es el que debemos esperar;

en donde segundo por segundo

lo revivimos en la espera.

 

Una mujer me acompaña,

de labios ausentes;

frías manos como si estuvieran

sin vida, pálidas, muertas.

 

Sus brazos se entrecruzan,

en mi lejanía,

mientras su pelo desapareces

cada vez que se asienta en mi rostro.

 

Su respiración recorre la lejanía,

como sus dedos se pierden en otros dedos,

y sus labios se acercan a otra mejilla;

a otro cuerpo, a otro cuarto y a otro día.

 

Con sus piernas asilencia mis latidos,

con cada movimiento que improvisa,

y su cuerpo aun más desnudo no lo veo,

porque desaparece en su naturaleza.

 

Su perfume es el odiado,

de su cintura arrastrada por los jardines;

mientras al mirarme a los ojos desaparece,

de cada recuerdo, cada minuto de su existencia.

 

Evoco tu luz que en la habitación crece,

angelical y dolorosa, como un puñado de desgracia;

mientras tus labios fríos, se alejan hacia la ventana,

como tu cuerpo desnudo que sobre el cielo se refleja.

 

 

 

Y te quedas ahí,

mientras enciendes un cigarrillo,

que sobre lo oscuro ilumina tu rostro,

mientras te oigo hablar despacio.

 

El humo asciende y desaparece,

como desaparece tu desnudo del balcón,

y tu imagen perpetuar la noche en sus ojos;

cantando canciones de tristes silencios,

en las recorridas lagrimas que quedan en el suelo.

 

Tus ojos son nublados por la tristeza,

como las tristezas recorren las vidas,

las vidas, los camino y misterios;

que en las lágrimas se disuelven.

 

Apoyas tu frente en mi hombro,

mientras siento una mano en tu brazo,

diciendo a mi oído cuanto me amas,

mientras mis labios no dicen nada, solo callan.

 

Y se aleja tu desnudez, mientras se viste en la oscuridad,

como se viste una blanca paloma en su vuelo nocturno;

tú te vistes, y te alejas mientras veo tus ojos

ennegrecidos, borrarse por su tristeza.

 

Permanezco desnudo ante un horizonte que la noche acalla,

mientras tu cuerpo se ha ido y lo veo alejarse,

entre árboles, noche y esquinas que nunca terminan.

 

Veo ese cuerpo oscuro, desconocido;

que hace minutos me abrazaba,

como el cielo abraza la luna,

y mi silencio y soledad abrazan mi cuerpo.

  

Ricardo Nogal.