Molino de tristeza que libas mis lágrimas
al ritmo de estas aspas silentes,
Suspendido en cáliz ahogado de lamento,
escucho farfullar al viento que abrió sus venas
con hojas secas agostando primaveras.
Danzantes gotas migraron suicido
zarpeando la tez somnolienta,
buscando el sur del insomnio para volverse gélidas,
esquivando sin estelas, paraguas pintados
sobre azorados pañuelos de olvido.
Mi sonrisa se desentendió del plañir
estrangulado, en las raíces lóbregas
de una daga austera,
que acartonó un recuerdo mustiado
en el ambarino calendario del pasado.
Allí, prendida a mi piel,
como marca del ferrete
de tus besos, tu boca arde mis labios,
Viva la carne que deja la huella,
dúctil veneno que arrastra al letargo.
Mi mirar cernió en el suelo
su aterrizaje forzoso arrastrando pestañas.
Acuclillada rezó tu nombre urdiendo
remolinos de polvos con un ingrávido susurro.
Sembrada mi mano de cántaros,
me dejaste agujereados los cirros,
buscando las hormas de orfanatos
para dejar estas lágrimas huérfanas
que desbordaran las cornisas
de humedad eterna…
¿Quién dijo que la luna no se puede tocar?,
pues he llorado sobre su reflejo haciéndola temblar.
¿Quién dijo que no te amé?…¡Porqué arrancaste
las paredes haciéndome un círculo perfecto!
sin hado que me botee hasta la alcurnia
de tus pechos,
sin horizonte que atraviese las flechas
del firmamento,
porqué me dejaste caracoleando en el espiral
de este quebranto,
apagando las fotos encendidas con el relente
de mi llanto…porqué, si yo te quería tanto!