Yo jamás pedí reconocimiento,
sin embargo siempre agradecí
los amablemente recibidos.
Escribo porque el alma me hostiga,
me eleva el espíritu, se subleva,
se llena de emoción, se revela
y entonces lanza un clamor con fuerza
a veces inaudito, insólito, absurdo;
un esbozo de alegría, de albedrío;
una tristeza enclaustrada
que busca evadir al carcelero,
y abrirse paso en la existencia,
exclamar un aullido de asombro.
Yo jamás escribí para comerciar,
el alma no se negocia,
no se tranzan sentimientos.
Nunca exigí un elogio,
jamás un consuelo
ni siquiera un tibio bálsamo
que acariciara el alma
o una voz de aliento
que me adulara el ego.
La esencia se expresa
y lo hace porque lo hace,
porque necesita
la esencia expresarse,
es como un grito interior
que pide hacerse escuchar,
que se lanza enloquecido
como si fuera a endulzar
el sentimiento del otro,
la luz perdida del espíritu.
Así pienso yo, esa es mi opinión
puede que sea un error
pero soy yo porque lo soy.
CARLOS A. BADARACCO
7/7/12
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