Mis manos temblorosas, algo sudorosas tecleaban la dirección de mi correo, aguantando la respiración, no quería perderme cada detalle, mi corazón palpitaba aceleradamente, mi vista fija en la pantalla develaba cada momento, mientras el ordenador cargaba los mensajes.
Los momentos transcurrían despacio, los segundos se transformaban en desesperantes horas, mi concentración estaba en la pantalla que no dejaba de mirar, de pronto, se abrió mi correo y me mostró todos los mensajes en la bandeja de entrada.