Del otro lado del río
sobre su manto de invierno
corre levemente la arboleda
y las aves se mecen ligeras,
Al ver como en su seno
arrulla suavemente los peces,
Me he orillado a contemplar
recuerdos que nunca olvido:
La sirena de mi mente.
El sonido natural.
El arcoíris que en la tarde
te corona al pensarte,
y entre nubes abundantes
veo tu rostro simular.
Basta velar por esperarte,
aunque no vendrás real,
para obsequiarte de mil rocas
de colores
que encontré…
y adornarte en el destello
de radiante luz solar
que gravita en el cristal.
Frescura de mi sol ardiente,
control en mi tempestad.
Estas del otro extremo.
¿Que más puedo desear?
Yo no pude darte océanos.
Te di mi Ulúa... por el mar.