Aquella lágrima cayó rendida
en un desierto de arena;
la fiel lágrima quedó herida
por una espina en el alma.
Con versos quise curar la llaga;
y con todo aquello vivido,
y con todo aquello soñado,
saqué fuerzas de flaquezas,
bebí ese llanto con sabor amargo,
deshice el nudo en la garganta,
y dejé al destino jugar su carta.
Y se hizo dulce la lagrimilla,
bañada en recuerdo amable,
y quiso volver a su cauce
dejando un surco en la mejilla.
La lágrima no quiso rendirse
y creó, con otras, un oasis de vida;
y dejó atrás los deseos de irse,
enterrados en un arca perdida.
Y aquella lágrima sonrió con vida,
y aquella lágrima sanó su herida.
30 de septiembre de 2009
Pau