Cayo como una rosa en mar revuelto...
y desde entonces a llevar no he vuelto
a su sepulcro lagrimas ni amores.
Es que el ingrato corazón olvida,
cuando esta en los deleites de la vida,
que los sepulcros necesitan flores.
Hoy no te vayas, alejarte fuera
no acabar de vivir la primavera
de nuestro amor, que se consume y arde.
Entonces, desplomando tu cabeza
en mi pecho, que es nido de tristeza,
me diras lo que en sueños me decias,
pondras tus labios en mi rostro enjunto
y anudaras con un liston de luto.
¡No te vayas, por Dios...! Hay muchos nidos
y rompne los claveles encendidos
con un beso sus virgenes corolas;
todavia tiene el alma arrobamientos
y se puede juntar dos pensamientos.
Ay tanto amor, convertido en lagrimas,
que la noche se congela con su destrucción.
Y por consecuencia mi corazón enfermo,
se indaga de pensamientos de soledad.
Y acabado el otoño las hojas se desvanecen
en la vida de un anor, que alguna vez vivio.