Suenan los susurros de la noche
atrapados en el azar de tu boca,
con una leve sonrisa que provoca
caricias plenas de derroche.
Y tus labios se vuelven, vida mía,
cual néctar de paladar delicioso
que me envuelve, sin remedio, en el gozo
de un mar pleno de ambrosías.
Y tu mirada ya se muestra serena
reflejando la luz desde dentro
y se funde en el crisol, con tu aliento
atrapado de las apetencias eternas.
Y tu rostro se ilumina perpetuo
rebosante de aromas placenteros,
y me muestran el camino verdadero
tras el adormecer del silencio.
Y tu piel, como cuna de seda,
se mece en el temblor del deseo,
evocando los momentos del consuelo
entre sensaciones de calma plena.